La pendeja de Maricela robó mil pesos de mi caja fuerte.
La sorprendí cuando bajaba las escaleras y contaba el dinero.
Le dije:
-A ver, pendejita, ¿qué llevas ahí?
-Es mi pago por todo este pinche tiempo perdido.
Cogí mi suéter amarillo, lo amarré a mi cintura y bajé los escalones lentamente.
-Mañana tengo que ir al banco y depositar ese dinero, niña.
-Mañana tengo que comer, amor. Además ir al estilista, todo este asunto de te dejo-me dejas, no ha sido fácil para mí. ¿Ves mi cabello, mi cara, mis manos? ¿Pretendes que me vaya al carajo con esta pinche facha?
-Ya, Maricela, abre las piernas, quiero comerme tu coño antes de que te vayas a la mierda.
-Ya, Maricela, abre las piernas, quiero comerme tu coño antes de que te vayas a la mierda.
Maricela y la vecina son amantes desde hace cinco semanas. Lo supe el día del cumpleaños de mi padre, cuando él sonrió al abrir el regalo de Lulú, la vecina. Ahora ella era su nueva hija. Yo el inútil que construye edificios para grandes corporativos en Inglaterra.